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Reflexiones sobre el juego de hace más de 20 años

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El rugby es un deporte colectivo de combate, organizado. Toda la riqueza del juego está ilustrada en esta definición, que tiene el mérito de precisar las características fundamentales.

Por Pierre VILLEPREUX
La confrontación que generan las reglas y el tipo de relación de comunicación, traducido en el juego en términos de cooperación y de oposición, necesita por parte del jugador, ciertas competencias que tocan todas las dimensiones de la persona humana. “No se nace jugador, se llega a serlo”. Es entonces la formación que va a aportar al jugador lo que le es menester para llegar al desarrollo harmonioso de su potencial sicomotor, afectivo y social.
En efecto, cualquiera que sea el nivel del practicante al momento de comenzar, no se puede para llegar a la élite, economizar en la formación ninguna dimensión, so pena de dejar en ciernes ciertas disposiciones. El jugador de rugby francés vive aún en el seno del club en un entorno de convivencia, social, caluroso, familiar, esencialmente participativo. Las dimensiones formativas y educativas que atribuimos habitualmente al deporte, están, en cierta manera, en este ambiente siempre presentes. Es a esta ética que se hace con mayor frecuencia referencia cualesquiera sean los resultados obtenidos. Este clima placentero y de confianza,  que si bien es cierto debe ser mantenido, incluso amplificado, permite demasiadas veces en el atleta ciertas debilidades que le impiden un compromiso más importante en su preparación. En rugby, esto está aún demasiado dejado de lado y considerado insuficientemente, comparado con otros deportes (y que están lejos de gozar la misma audiencia). El potencial rugbístico francés permanece, en el plano cualitativo, utilizado de forma incompleta y el perjuicio que esto acarrea nos parece importante.
En todas las actividades deportivas, los intereses que atañen a la élite colocan al practicante en un sistema que impone producción, rendimiento y resultado. Esta dimensión no corre para el rugby. Algunos clubes, a pesar de todo, han comprendido que el suceso deportivo del jugador, de un equipo, de un club necesita una óptica profesional de la actividad que no pasa, por lo tanto, por la satisfacción financiera de los practicantes. Acceder, para el rugby, a una nueva dimensión, es dar a los jugadores los medios de una práctica de alto nivel, reconociendo el elitismo como algo indispensable para toda progresión Sobre esta base, conviene definir claramente el status del jugador, adoptar una competencia de punta, la única capaz de llevar hacia arriba la producción rugbística.
Esta opción elitista, forzando el sistema, llevará al jugador a la dinámica que conduce al progreso. Algunos jugadores de los cuales se dice que tenían “todo para triunfar” ven, en efecto, debido a una formación incompleta, algunas de sus cualidades dejadas en el camino. Se sabe muy bien que es difícil integrar, de manera óptima, el físico, el mental, lo técnico-táctico si el tiempo destinado a la formación es constatado insuficiente. La tendencia para los jugadores, incluso los más completos, es de privilegiar principalmente una dimensión, generalmente aquella que los valoriza. Tampoco es por azar que cada jugador es “catalogado” en función de ciertos comportamientos. Se dice de un jugador que es “más bien físico, más bien técnico, más bien inteligente o valiente”. Las diversas dimensiones algunas veces están reunidas, pero el jugador “completo” es raro.
Concebimos perfectamente que  la formación sea enfocada bajo ciertas prioridades y que éstas concurran para hacer evolucionar al practicante. De nuestro lado, consideramos que este “jugador completo” que se espera sea cada vez más fuerte, más rápido, más potente, más suelto, con más coordinación, más emprendedor, más perseverante, más valiente, más agresivo, no podrá, en ningún momento, descuidar su formación técnico-táctica; ésta ha de ser el soporte permanente y prioritario que condiciona su continuada progresión.
Si mañana se elige de verdad, para el rugby, la opción dinámica, le será pedido al jugador acceder a un grado de inteligencia en juego que implicará un nivel de “comprensión-acción” muchísimo más desarrollado. Este juego expresado por el jugador tendrá como soporte una real polivalencia en la cual los forwards responderán adecuadamente a las finesas técnico-tácticas del juego desplegado. Actualmente, éstas no hacen aún parte en forma completa de sus competencias. Los backs darán satisfacción a  las exigencias del juego penetrante bajo todas sus formas. Estas exigencias reclaman el dominio de un juego en el contacto que necesita capacidades mentales y físicas nuevas. Se podrá entonces, sin utopía, ver al fin en un partido tres cuartos entrar en el surco del jugador penetrante, con el fin de realizar el movimiento colectivo agrupado adecuado, que garantizará eventualmente el agrupamiento sucesivo. En esta dinámica, los forwards efectuarán la reubicación útil en despliegue y permitirán la evolución en esta forma de juego. Esta transformación total, en el movimiento, de competencias “forwards-3/4s” dará otras perspectivas al juego. Éste ganará ciertamente en rapidez y abrirá horizontes técnico-tácticos nuevos y más variados, necesitando más que nunca para los jugadores la indispensable puesta en harmonía de las intenciones tácticas.
Hoy en día, la evolución física (altura y peso) de los jugadores que se desempeñan como 3/4s parece permitir que sea posible esta hipótesis. No se trata, por lo tanto, de hacer perder a unos y otros las capacidades específicas que le son propias en el rugby actual, pero, muy por el contrario, de adquirir otras. En esta óptica, los forwards deberán tener acceso a una mayor dinámica, tonicidad, velocidad, a una gestual variada y diferenciada. La altura y el peso no serán entonces quizás más los únicos criterios indispensables para jugar en ciertos puestos; la potencia será prioritaria ya que ella es la resultante de la masa por la velocidad.
¿La evolución tenderá hacia la uniformización de envergaduras y de competencias técnico-tácticas? ¿Será el fin de la especificidad?  Ciertamente aún habrá que esperar varias temporadas, y aún habrá que observar varios campeonatos para estar seguros.
Me parece incoherente aceptar hoy en día un juego reduccionista, construido sobre modos de acción rígidos, hecho de prejuicios, realizado sin creación ni pasión. En mi espíritu, este tipo de producción no tiene futuro.
El futuro del rugby pasa por el espectáculo, garante de la popularidad pero también de la calidad. Estetismo y eficacia no deben estar en oposición. En rugby, se debe “jugar por jugar”, lo que quiere decir también; actuar, buscar, conocer, comprender, gozar, estar perpetuamente en busca de la verdad para ganar, gustar, disfrutar.
Fuente: Le Rugby, Continuité et jeu actuel, 1991.

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