La lata de sardinas

Lo podemos decir hasta el cansancio: El rugby es un juego de amistad pero también de sacrificio. No por repetirlo deja de ser verdad para transformarse en frase hecha o slogan publicitario.

Por Tata NAVARRO

Jugar en viejos para algunos es quemar sus últimos cartuchos y para otros constatar que ahora somos muy amigos de Franco Deterioro. Pero al final podemos descubrir que aún queda espíritu de aventura y de camaradería. Así pudimos viajar 16 en un vehículo con una supuesta capacidad de 10 ocupantes y durante una hora. A cierta edad, cuándo se sale de lo común, tenemos la sensación de volver a ser niños. Especialmente si todo esto va acompañado de carcajadas, chistes y tomaduras de pelo. La vivida ya no es una salida de esas que se organizan para la denominada tercera edad.

El que pudo mirar por la ventana durante el trayecto, quizás percibió del paisaje la vastedad que contrasta con el murallón de la Cordillera de Los Andes, una inyección de libertad en lo visual, al encuentro del encierro en el cual el grupo está momentáneamente preso dentro del vehículo que se desplaza raudamente.

Jugamos luego Viejos Toros de Quillota contra Viejos Halcones de Calle Larga, lo que deberá transformarse con el tiempo en un Clásico de Viejos del Valle de Aconcagua. Poco importa el resultado de un partido (donde hubo, mal que mal, buenas jugadas) coronado por un nutrido tercer tiempo a orillas de una magnífica laguna y donde no faltó la cordialidad y la simpatía.

Debimos retirarnos muy a pesar nuestro antes de tiempo, para rehacer el trayecto “lata de sardinas” en sentido inverso desde Calle Larga hasta Quillota. Lo hicimos con la sensación, al menos en lo personal, de no haber perdido para nada el día y con la íntima convicción confirmada de que la amistad se cultiva partido a partido, sin importar si estamos al comienzo, al medio o al final de nuestra vida.

Fuente: Viejo Este y Notas de Rugby