Hay algo en lo que se debería insistir. La necesidad de poner los pies en la tierra, la cabeza sobre los hombros e intentar comprender que la comunidad de rugby es una minoría.
Por Tata NAVARRO
Deberíamos estrechar aún más lazos no por angelismo o movidos por un ataque de buenos sentimientos. Por una necesidad de enfrentar dificultades crecientes y cierta hostilidad que viene de los que no habitan el planeta ovalado. Es claro que no es fácil comprendernos, sólo pedimos un cierto grado de tolerancia, por parte de aquellos que no comparten nuestro estilo de vida.
Sin embargo bueno sería practicar cierto grado, esta vez de tolerancia entre nosotros mismos y quebrar un cierto egoísmo, un personalismo mal comprendido, que es una gangrena dentro de un club y un freno para el crecimiento del juego cuando es conducta entre clubes.
Aceptemos la afirmación de cada uno y la identidad o pertenencia a un club. Pero no llevemos esto a una exacerbación o a una limitación que raya en la imbecilidad.
En acuerdo con nuestros valores y el juego mismo, seamos solidarios, astutos y dialogantes para que el tercer tiempo sea realmente efectivo, más allá de una merienda entre contrincantes compartida.
Fuente: Notas de Rugby